El Psoe bueno
- Eulalia Gervás Pabón
Decaer es dejarse resbalar mullidamente, sin percatarse, sin pena ni gloria, sin ruido ni golpe, hasta tocar el sucio y pegajoso lodazal al que jamás querríamos haber llegado. No es este el caso del pueblo español.
Sin embargo, sí habita en el abismo la cúpula política que nos ofrece un espectáculo diario estrambótico: un Gobierno sin mayoría y sin gobernar, sin Presupuestos, Endeudado un 120%, enfrentado con instituciones del Estado y asaltando la Constitución siempre que gusta, chantajeado por terceros países como Marruecos y Venezuela, Moncloa nada en corrupción con el Consejo de ministros más ignorante, estúpido y nefasto de la Historia milenaria de España. Para colmo, la Oposición, otra cúpula en crisis, carece de la organización y la convicción suficiente como para resultarnos útil. Todo ello en un país con un Presupuesto anual de seiscientos mil millones de euros y 48 millones de ciudadanos que se esmeran a diario en prosperar.
Eulalia Gervás Pabón
¿Cómo nos han traído hasta aquí nuestras pomposas autoridades principescas? El común denominador es que nuestra democracia vive okupada en exclusiva por los partidos políticos que se lo han quedado todo. Esta legislatura comprobamos que, dejados a su suerte, los partidos políticos están demostrando una incapacidad de gobierno casi artística. Ha quedado demostrada la autista voracidad de poder de la izquierda frente a la derecha, pero a esta no se le está ocurriendo nada, ni inteligente ni fino ni coherente que ofrecer, conformándose con esperar.
Nuestros políticos recuerdan a los Condotieros, capitanes de ejércitos mercenarios extranjeros que en Italia hacían la guerra a favor de un Señor, un Príncipe, un Papa, tras un contrato carísimo llamado condota que recibían por el alquiler de su ejército. De ese contrato vivían todos los soldados de la Compañía y en caso de conquistar el reino enemigo, también se repartirían el botín.
En general y salvo honrosas excepciones, nuestros políticos en democracia han resultado más partidistas que patriotas, más interesados en la preminencia de sus siglas que en el equilibrio y el bien común de España
En general y salvo honrosas excepciones, nuestros políticos en democracia han resultado más partidistas que patriotas, más interesados en la preminencia de sus siglas que en el equilibrio y el bien común de España. Son españoles, sí, pero antes de nada profesionales contratados por la empresa que es su partido o Compañía de Poder subida a lomos del Estado. Trabajan y conquistan para ella la condota y el botín. Han construido un sistema cínico que nos ha parasitado captando el mayor poder posible. Todo está bajo su control: Justicia, Educación, Sanidad, Televisiones, casi toda la Prensa, Sindicatos, Premios Literarios, Museos, Teatros, Cine, Sexo y Clima. Confío en que al menos nos quede el Rey.
¡¡Si al menos dispusiéramos de un guardián político no partidista que observe nuestro frenético hacer y nos dijese si nuestro edificio político es acueducto o muralla, esbelta Torre o Torre jorobada de Pisa!! Pero no. Sólo hay condotieros.
Tenemos varias cosas que cambiar de la Constitución. Una de ellas es limitar el poder y la financiación de los partidos políticos. Exigir al gobernante que sea patriota y trabaje para el bien común, para nosotros. Los políticos que desprecien la nación no deben tener lugar en Las Cortes. Y el político que guste gobernar, deberá responder con su patrimonio al ejercicio en su poder, tal y como hace cualquier ciudadano responsable.
Pero no siempre fue así. Mientras en Italia la población autóctona no hacía la guerra, la contrataba, en España los reinos cristianos lucharon contra las Taifas con población nacional 800 años. Quizá por eso España, con buenos dirigentes y bravísima aunque escasa población, pudo cruzar el océano y aunar la civilización europea con la población del continente inexplorado, pudo nombrar y mapear el mundo en 50 años, pacificar y construir ciudades modernas con ley, hospitales y escuelas, poner de moda los matrimonios mixtos 400 años antes que los países anglosajones, globalizar moneda y comercio, inundar América de animales de carga y ganado que librasen las espaldas de los porteadores, distribuir y aclimatar por Europa y Asia nuevos alimentos, sintetizar medicinas como la quinina en laboratorios de Jesuitas en Perú, gramatizar lenguas mesoamericanas, vacunar contra la viruela... Aquella pujanza pudo ser gracias a una población bravísima y a buenos gobernantes que al término de su mandato, debían examinar su gobierno en Juicios de Residencia. Todos, gente más bajita que nosotros, sin electricidad ni antibióticos, pero con conocimiento real y noción política del bien común. Por eso España fue hegemónica durante 300 años.