Cuadrilla goyesca
- José Fermín Plaza

veces, cuando se azuza el recuerdo, éste, en correspondencia, se pone a practicar piñata con el “tarro de las esencias”, de manera que, cuando atina, distribuye emociones y requiebros sentimentales por la mirada. Sobre todo en aquellas zonas donde la dulzura zapadora enciende hogueras. Otras veces, al reflotar el galeón hundido de los momentos pasados, aparece un ánfora antigua de vino dulce para solaz del paladar de aquellos ratos felices. No en balde, en la biografía de las personas, consideramos ese ramillete de momentos felices como los huesos risueños de la memoria.
Conviene conocer, al efecto, el gusto de la memoria por “los puentes de plata” por donde desfilan los enemigos y, por extensión, todo lo negativo. Mejor sembrar de alegría el mar de los pensamientos. Ése en el que algunos marineros, con dotes de poetas, se hicieron jardineros. De esta forma, en las enaguas plateadas de una lubina y con la tinta de un calamar, escribieron el “poema del agua” junto al cabo Trafalgar.
José Fermín Plaza
En otro orden de cosas, hay que tener presente, a modo de carabina social, que hemos civilizado las apariencias pero no los instintos. A propósito, conviene recordar que la civilización, ese concepto manido y elástico según el sastre del traje a medida, no es un monolito con refajo de dioses que perdure a perpetuidad. Antes bien, puede convertirse en ariete o restos de naufragio, como ese barril de pólvora que no acerca la marea. Ya se sabe que algunos dioses, titulares de arranque de la civilización, tienen los pulmones de piedra para respirarnos en el testuz la caricia de las tempestades. Tampoco le duelen prendas de mandar un rayo veloz a la nariz del asambleísta portavoz. Si bien hablar es barato, la fatalidad no entiende de rebajas.
Ya el insigne pintor don Francisco de Goya representó en sus grabados la castiza manera de dirimir las diferencias por estas tierras: a garrotazos. Y es que en Iberia el garrote es una palabra mayor. Una palabra uncida de connotaciones cuasi sagradas y totémicas. Algunos, en efecto, han tenido experiencias místicas al ver las estrellas tras un garrotazo. Otros valoran su vertiente educativa como elemento de aprendizaje o libro de reclamaciones. Amén de sus conocidas propiedades antitusivas del famoso “jarabe de palo” (¡Cualquiera le tose a ese elemento, cuando enseña esos “argumentos!).
En Iberia el garrote es una palabra mayor. Una palabra uncida de connotaciones cuasi sagradas y totémicas. Algunos, en efecto, han tenido experiencias místicas al ver las estrellas tras un garrotazo
Así, parece mala cosa cuando la planimetría del misterio se cruza por el hemisferio montaraz del cerebro. De esta forma sucede en el terruño ibérico, cuando la gramática parda avala los patrones de conducta de la cuadrilla goyesca del garrote. Esa gavilla que aboga por hacer del bandolerismo una asignatura, que intuye señales esotéricas en una multa o se pone a hacer ganchillo en una autopsia. En ese ámbito amplio entre los vericuetos del pitote y su lista de cuentos te puedes encontrar alguno escrito sobre tu partida de nacimiento.
Peculiaridades del terruño y su fauna: podemos llegar a subvencionar o situar en los estamentos del gañote una fábrica de preservativos para ángeles y angelotes. De forma paralela, las mentiras abonan de cinismo un alto porcentaje en esas situaciones, que, al final, lo mismo nos da que nos da lo mismo. Sin duda, y sin remedio, los hombres de buena voluntad, si nos dan a elegir, elegimos, como buenos humanos, la peor opción. Si no fuera así, resultaría sospechoso, toda esa prudencia y sabiduría que se apila en los ojos de un gorila.