El fracaso del sistema

Ángel García Calle

Los que nos dedicamos profesionalmente al mundo judicial, somos testigos a diario de situaciones kafkianas que, no por ser habituales, no dejan de sorprendernos. Y me viene a la memoria aquella madre que introdujo semen del marido en la vagina de su propia hija para acusarlo de abusos sexuales.

Un ejemplo de ello toda la legislación que supuestamente ampara a la mujer maltratada y que, sin embargo, desde que se empezó a aplicar a principios de los años 2000 con más ahínco, no ha servido para evitar la media de 50 mujeres asesinadas de media al año. Y es que, cada vez que sale un caso en los medios de comunicación, el periodista de turno siempre suelta la frase: “no existían denuncias previas de la víctima”. A la fuerza tienes que concluir, pues, que la mujer que verdaderamente está amenazada, agredida y maltratada no denuncia por puro miedo. Y después están aquéllas que se benefician del sistema y que denuncian por cualquier chorrada o, incluso, falsamente para obtener la pléyade de ayudas y beneficios que reciben las mujeres objeto de violencia de género. No lo digo yo, lo dicen magistrados y magistradas especializados en violencia de género, como el caso de la Jueza Decana de Barcelona, Dª María Sanahuja.

Algo similar sucede con la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor, que nació con la idea regular los delitos cometidos por los menores, pero, sobre todo, como protección al menor de edad, como se encarga de recalcar su Exposición de Motivos. ¡Nada más lejos de la realidad! Ni ha servido para proteger al menor de edad, ni se ha dotado económicamente por ningún Gobierno (ni del PSOE ni del PP) para que esta ley pudiera cumplir sus objetivos.

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Pero sobre todo ha fracasado porque el buenismo del que hemos pretendido  hacer gala con los hijos a veces los han convertido en pequeños tiranos que han aprovechado esa legislación para denunciar a sus padres por haber recibido una bofetada, denuncia que ha acabado con el padre condenado y el niño más tirano todavía.

El buenismo del que hemos pretendido hacer gala con los hijos, a veces, los han convertido en pequeños tiranos que han aprovechado esa legislación para denunciar a sus padres por haber recibido una bofetada, denuncia que ha acabado con el padre condenado y el niño más tirano todavía

El “ius corrigendi” del que ya se hablaba en el derecho romano (el derecho a corregir) ha desaparecido de las casas y de los colegios. No estoy defendiendo la violencia física, como se aplicaba hace 50 o 60 años, pero el principio de autoridad necesita siempre del castigo. Si, por ejemplo, un hombre mata a otro, debe recibir un castigo. Sino la autoridad del Estado desaparece y se instaura la anarquía.

Lo mismo sucede en todos los ámbitos de la sociedad. Si alguien estafa a Hacienda recibe una sanción; si alguien se salta un stop, recibe una multa… En todos los ámbitos de la sociedad, salvo en el caso de los menores de edad, a los cuales ni profesores ni padres pueden castigar, porque hemos decidido que nuestros hijos son nuestros “amigos” y hay que razonar con ellos, y que si un alumno es conflictivo, es que necesita ayuda del psicólogo… ¿Se imaginan vdes. que el ladrón que entra a punta de pistola en un banco para atracarlo simplemente mereciese una charla con el juez y una palmadita en la espalda?

¡Y así nos va! Lo que pasa es que, por desgracia, a veces el tirano se convierte en un asesino.

P.S.: alguien lo tenía que decir y yo lo he dicho. Quedo a la espera de las críticas.

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